Padre Pablo Prendergast: Un misionero para los Andes del Perú

El anciano alto apoyado ligeramente en su bastón, nunca pasará como uno del lugar. La mayoría del pueblo alcanza solo a sus hombros y su piel blanca y rojiza, quemada por el frio contrasta con el color mayormente cobrizo de la gente del lugar. Pero él es tan del lugar como cualquier otro del pueblo. No hay persona en Yanaoca, incluyendo a los niños, que no conozca al Padre Pablo y no converse con él ya sea en quechua o en castellano.

Yanaoca a 4,000 metros sobre el nivel del mar, está aproximadamente a 2 horas y media de Cusco, capital turística del Perú. Pero Yanaoca es “otro mundo.” Es un pueblo de campesinos y pequeños ganaderos extremadamente pobres. El paisaje es muy bello pero a la vez desolado como si hubiese sido el lugar de inspiración para la música de “El Cóndor Pasa.”  Pero aquí decidió trabajar 30 años atrás el Padre Pablo oriundo de Nueva Zelanda.

Una mañana durante mi visita a Yanaoca nos sentamos afuera del comedor al aire libre y bajo un débil sol (al menos se sentía menos frio que dentro de la casa), para que me cuente alguito de su historia.

En 1966 Padre Pablo Prendergast originario de Nueva Zelanda fue enviado a las misiones de Lima, Perú.

“No tenía idea de si Lima estaba en los Andes o en la Costa, pero sabía que la mayoría, en 1966, se consideraban católicos”.

Al llegar a Lima, estudió castellano por unos 3 meses y después fue asignado a la parroquia de San Mateo Apóstol en Lima donde trabajó por 13 años disfrutando de cada momento.

“La gente estaba contenta de ser católica y quería saber más de su fe. Me di cuenta que casi todos eran de provincias, no netamente limeños. Mayormente eran de Ancash, y muchos muy devotos eran de Ayacucho. Ellos me invitaron a visitar sus pueblitos y una vez fui con ellos a un pueblito en Ayacucho. Cuando la gente se enteraba que yo era sacerdote, siempre me pedían Misa. Venían de los alrededores, de lejos y de cerca a buscarme. Pensé, ‘los de Lima necesitan sacerdotes, pero aún más en la Sierra’. Formamos un equipo misionero con un grupo de 15 personas hombres y mujeres y por casi 10 años fuimos cada año por 2 o 3 semanas a un pueblo en Ayacucho. La gente tenía sed de Dios.”

Esa experiencia de sus visitas por algunas semanas de misión en los Andes del Perú convenció al Padre Pablo que la gente más abandonada estaba en la Sierra.  Pasar de la Costa a la Sierra del Perú es como ser transportado unos 50 o 100 años al pasado, dependiendo de la región. Así que después de 3 años en Nueva Zelandia el Padre Pablo regresó al Perú para trabajar en la Sierra. El Prelado de Sicuani, Alvaro Quinn de Canadá, lo invitó a ir a su diócesis. Primero en la parroquia de Santo Tomás, la más lejana de Sicuani por 3 años. Después  8 años en la región del Vilcanota hasta llegar a Yanaoca, posiblemente el lugar más frio de la Prelatura donde está ya por 19 años.  

“Cuando llegue la parroquia estaba bien organizada. La juventud era abundante, había religiosas que preparaban los sacramentos, yo visitaba los pueblos que comprendían 4 distritos.  Las Capillas eran los centros religiosos del pueblo pero estaban cayéndose a pedazos. Nunca les alcanzaba el dinero para poner el techo. Los Columbanos empezaron a ayudar a poner techos en 3 o 4 capillas cada año. Al comienzo no costó mucho dinero. Ahora todos los pueblos tienen capilla y algunos hasta 2 capillas en un pueblo.  También las municipalidades empezaron a ayudar con el piso, etc. Para los templos grandes pedimos ayuda a EE.UU, Alemania y a la municipalidad de Yanaoca. Logramos reconstruir 4 grandes templos.”

Los años 80 y 90 en el Perú fueron años violentos por la presencia de dos grupos grandes de terroristas: Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Fue un tiempo de gran sufrimiento para todo el país pero en especial para el sufrido pueblo de los Andes. El Padre Pablo pasó esos años junto a su pueblo a pesar que fue amenazado de muerte si no se iba del pueblo.

“El tiempo del terrorismo fue terrible, horrible. Nadie podía decir nada. Viajabas en ómnibus y no te atrevías a decir nada porque no sabías si el que estaba a tu lado era terrorista o no. Nuestra gente sobrevivió este tiempo, porque la gente es bastante fuerte. El trabajo del campo es muy difícil en estas regiones y hace fuerte a la gente física y espiritualmente.”

Hoy son las grandes empresas extranjeras las que están haciendo gran daño a la zona. Un verdadero terrorismo ecológico.

“Siento gran dolor por el abandono de los distintos gobiernos a las provincias de la Sierra y la Selva. Los gobiernos necesitan poner más interés en estos lugares para apoyar los proyectos que tienen la gente y para controlar a las empresas grandes que vienen del extranjero por ejemplo para las minas. Después de unos años de trabajo en las minas ya nada crece. El rio está sucio. La tierra misma ya no es limpia, hasta resulta venenosa. Aquí vienen las mineras buscando oro y cobre y ensucian los ríos y después ya nada crece y los niños se enferman. El agua ya no es limpia. En la Selva los ríos están llevando mercurio y cuando entra al cuerpo ahí queda y hace daño. Los gobiernos no obligan a las empresas, ni se enfrentan con los que hacen estos grandes abusos. Están malogrando feamente en muchos lugares. Hacen promesas muy lindas que su trabajo en las minas traerá el progreso para el lugar y después no cumplen”.

Las cosas han mejorado mucho en Yanaoca en los últimos 20 años, aunque no todo. Ahora se puede llegar por carretera asfaltada a todos los pueblos y distritos de la parroquia. Los productos ya no se llevan a caballo sino en camiones. Al Padre Pablo lo ha seguido un joven sacerdote Columbano de Corea, Young-In Kim (más conocido en el área por “Gregorio” su nombre de Bautismo) que sirve con gran dedicación y amor al pueblo. Pero los jóvenes se siguen yendo al terminar la secundaria, no quieren ser agricultores y vivir (o sobrevivir) con pequeños pedacitos de terrenos.  Ahora ya no tienen 4 distritos a su cargo sino 7 lo cual hace que en muchas partes no se llegue a varios lugares más que una vez al año. Y la comunidad de religiosas que ayudó en un principio tuvo que retirarse por falta de personal.

“La iglesia en esta zona sobrevivirá por los laicos. No habrá sacerdotes ni religiosas que puedan encargarse de muchas parroquias. La iglesia tiene que abrirse más a los laicos que quieren hacer algo. Hay aún sacerdotes que no dejan tomar la palabra a un laico en la iglesia o que una mujer se acerque al altar, ni para una lectura. Tenemos que cambiar drásticamente. Nuestro obispo va a seguir insistiendo en preparar más laicos. Lo que veo más importante es que los laicos no estén totalmente sujetos a los sacerdotes. La iglesia seguirá existiendo y habrá futuro donde dejen trabajar a los laicos”.

Desde sus años en Lima, hasta hoy Padre Pablo ha trabajado con los laicos ayudándoles a vivir su responsabilidad misionera. Hoy cada pueblito de la parroquia de Santiago Apóstol de Yanaoca tiene un laico, hombre o mujer, que preside la comunidad, bautiza, abre los domingos la iglesia o capilla y preside la paraliturgia dominical incluyendo una prédica sobre las lecturas del día. Cada mes estos responsables de comunidades o catequistas se reúnen un fin de semana en Yanaoca para su formación continua.  Sin duda Padre Pablo ha hecho su parte para que la iglesia continúe vibrante en la región de Yanaoca.

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