Las Señoras que Cojean: Compañeras en Misión

Me pregunto si la Virgen cojeaba durante su vejez. Sin embargo, creo que aun así seguía haciendo lo que Dios el Padre le pedía. Tal vez a pesar de que ella no estaba en buena forma física durante el tiempo de Jesús, todavía hizo lo que tenía que hacer.
En la misión en Fiji, tengo un grupo de ancianas en la parroquia que son mis compañeras en la misión. Estas mujeres están llenas de entusiasmo y ayudan a realizar el trabajo de la misión.

Quizás es posible que se pregunten por qué en nuestra iglesia las mujeres mayores están más comprometidas a orar a la Virgen. Creo que ellas tienen una conexión íntima con la Virgen Santísima que algunos de nosotros no podemos sentir.

Cuando estaba en las Filipinas a menudo fui testigo de señoras mayores que iban a rezar el rosario dentro de la iglesia antes de la misa. Yo no tuve gran devoción a la Virgen hasta que tuve la oportunidad de estudiar sobre ella. Santo Tomas de Aquino dijo una vez: “Es conociendo que se aprende a amar a una persona.” En efecto, Jesús también nos enseñó que no podemos amar a una persona, a menos que la conozcamos. ¿Cómo podemos decir que amamos cuando no sabemos nada de ellos? Apuesto a que estas señoras saben mucho sobre la Virgen, y creo que tienen algo en común que las hicieron sus mejores amigas.

En mi humilde opinión, veo a la Virgen en ellas, no porque las veo rezar el rosario todos los sábados en la iglesia, o porque veo su devoción por ella, sino por el celo que tienen para servir a Dios.

Ellas viajan de pueblo en pueblo, de un área a otra área, e incluso de parroquia en parroquia sólo para llevar la palabra de Dios al pueblo. Una vez, llegando de un largo viaje, después del anochecer a la alta tierra de Ba (en Fiji), un niño pequeño corrió a su abuela informando que había un grupo de ancianas que acababan de llegar, y le dijo: “son dos señoras cojeando y una gran dama blanca también cojeando”. Una de ellas, al escuchar lo que había dicho el niño dijo al guía: “Usted sabe, Jesús tomó los pescadores para ser sus apóstoles, en Ba tomó a los cojos.” Se refería a sí misma, a mí y a las otras damas mayores. A pesar de que son físicamente débiles, se puede ver su amor y preocupación por sus hermanos y hermanas en Cristo. El amor de María por nosotros se manifestó en ellas.

Creo que su amistad con María les ha ayudado mucho en su afán de evangelizar a las personas en diferentes lugares. María les acerca a su Hijo todos los días, y ella les da fuerza para continuar su misión, incluso si son mayores y más lentas. Madre María es su pilar de fortaleza en su vejez.

Trabajar con ellas durante años ha profundizado mi relación con la Virgen María. Ellas han caminado con María durante toda su vida y en su vejez y me inspiran grandemente. Cuando estas ancianas dijeron “sí” a su vocación, tal vez no se imaginaron lo que el futuro les traería, pero sí pensaron en el futuro que podrían construir.

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