Viviendo el Espíritu Misionero

Era un día hermoso con cielos azules en Santiago de Chile. Visitaba con el Padre Daniel Harding algunas de sus parroquias y la verdad no esperaba ver nada especial porque ¿Cuántas veces vamos a misa sin esperar nada? Muchas veces vamos a misa por la costumbre de ir cada semana sin preparar nuestro corazón para presenciar el cielo en la tierra.

En los Estados Unidos estoy acostumbrado a llegar a la iglesia y simplemente sentarme en silencio esperando que el coro entone el canto de entrada. Yo se que debemos estar en silencio y meditar, pero después de cierto tiempo ese silencio puede convertirse en un ambiente frio y solitario para quienes claman por un Dios que vive con su pueblo y que no se refleja en la comunidad.

En mi mente, eso es lo que esperaba vivir al asistir a misa en Santiago de Chile. Pero cual fue mi sorpresa que desde que llegamos a la capilla, había personas que reciben a todo el que llega con un saludo, un abrazo y un beso. Pero no es solo eso… saben el nombre de todos y preguntan por la familia. Ahí mismo en esa calurosa bienvenida esta la persona que agrega nombres para las intenciones de la misa y si en estas bienvenidas alguien dice que está enfermo alguien de la familia, inmediatamente los agregan a la lista para pedir por ellos durante la misa (algo que en Estados Unidos es casi imposible encontrar). Como yo venia por primera vez se presentaron y comenzó una conversación con cada persona, me preguntaban por mi familia, mis hijos, esposa, mis padres, hermanos y lo más sorprendente que me pregunto una señora fue… “¿Pero tú, como estas? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo quieres que te reciba Dios hoy? Nunca me había hecho esa pregunta antes de comenzar la misa. En eso comenzó la música y entro el Padre Daniel para comenzar la misa.

La música era sencilla con una sola guitarra y cada nota era una oración. El pueblo se unía y cantaba en agradecimiento a nuestro Dios. Sin embargo, algo llamo mi atención. Una bebe de meses de nacida comenzó a llorar y no paraba de llorar. La madre que es de Haití, salió con su bebe afuera para intentar consolarla. Ya pasaban varios minutos y dentro de la iglesia se podía escuchar un poco los llantos de esta niñita que estaba inconsolable. En eso veo una señora que sale durante el Santo y la consagración, realmente preocupada por esta niña. ¿Tendrá hambre? Démosle lechita.

Claramente esta Señora estaba viviendo la misa. ¿Cuántas veces vamos a misa y nos molesta y hasta discutimos con padres de familia para que saquen a sus niños porque están llorando? No nos preocupamos si está bien él bebe, simplemente nos enfocamos en nosotros mismos… “no me deja concentrar.” Hoy, esto no sucedió. En el momento más importante de la misa, durante la consagración, esta Señora salió a ver como estaba esta niña y les puedo decir con certeza que ella vivió la misa. En su humildad vio el rostro de Dios en una mujer haitiana y su bebe, salió al encuentro para atender la voz que clamaba. Salió a consolar el rostro de una madre preocupada, para ver cómo podía ayudar en calmar el llanto de una niñita hermosa y con hambre. ¿Cuántas veces nosotros vemos y escuchamos el llanto de otros y no hacemos nada? El espíritu de esta señora que salió al encuentro era un espíritu de misión, de servir a los demás y de entender que en ese momento, Dios estaba presente en ese llanto que clamaba.

Cuando capte esto, me entere que esta capilla era una capilla con un espíritu misionero. Que no venían solo a recibir, sino que venían en espíritu de misión, de darse a los demás sin importar el que dirán. En lo que meditaba esto, una voz fuerte a mi lado dijo “por mi vecina que esta enferma en casa”. Estábamos pidiendo por las necesidades de los demás. El padre Daniel pidió que digan en voz alta sus peticiones por los nombres que no fueron incluidos y casi todos pidieron unos por otros. Durante las peticiones, dijeron en voz alta los nombres de los presentes y pidieron por las personas que ya tenían días sin asistir a misa. Me pregunto, en mi comunidad, ¿Me daré cuenta cuando alguien falta para poder pedir por ellos? Al dar la bienvenida o saludar al hermano, ¿lo haremos solo por costumbre o realmente queremos saber como se siente la persona hoy?

Doy gracias a Dios por permitirme conocer al pueblo amoroso de Chile.

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