Whiplash

Reseña
Calificación de Reseña
Resumen
Estás ante la oportunidad de crecer y volverte uno de los mejores en lo que amas hacer, pero a cambio debes de poner en riesgo tu salud y tus relaciones personales, ¿Piensas que vale la pena hacer ese sacrificio?
Fecha de lanzamiento
Duración
1h 46min
Director
Damien Chazelle
Elenco

Miles Teller
J. K. Simmons
Paul Reiser
Melissa Benoist

Reseña INCLUYE spoilers

Reseña

“Whiplash”, una película que hará que la música corra por tus venas a un ritmo fascinante.

Esta película te va a hacer pasar de la alegría al coraje casi cada escena; se te va a facilitar sentir empatía y admiración por el personaje principal, y en cosa de nada, vas a sentir unas tremendas ganas de gritarle que no sea un tonto por las decisiones que toma.

A muchos se les ha hecho algo irreal (incluyéndome la primera vez que la vi), y a otros los ha dejado deslumbrados por ver un lado que no es muy conocido en el mundo de la música; pero independientemente de que nos guste o no la forma en la que plantean esta realidad, la película por sí sola va a generar una gran gama de emociones que hacen que valga la pena verla más de una ocasión.

Y de esta historia saco tres grandes puntos de reflexión:
1-La disciplina y el compromiso, debemos preguntarnos hasta dónde es bueno comprometernos con algo que nos apasiona o si toda forma de comprometernos es correcta. (hasta dónde llevarla / relaciones personales con papá y pareja)

2-Luego veremos varias cosas en torno a la humildad, lo importante que es reconocer en dónde estamos parados, qué hemos logrado y qué no hemos alcanzado y cómo este ejercicio de ser conscientes de nuestro lugar nos ayudará a dar un mejor resultado en nuestro desempeño. (no perderla / “Aquí tenemos a Buddy Rich” – Tocar después de chocar)

3- Y, por último, el tema de la condescendencia, cómo puede llegar a ser sumamente dañino volvernos la persona que en todo momento dice “Buen trabajo”, pero es igual de dañino volvernos la persona que ve todo mal, que nada es digno de su aprecio y que se escuda en su “sinceridad” para ser cruel y poco empático. (No caer en ella – “No hay palabras más dañinas que <Buen trabajo>”)

La historia gira en torno a dos personajes:
Por un lado, tenemos a Andrew, un chico que sueña con ser uno de los más grandes bateristas de la historia, es estudiante de un conservatorio de música muy reconocido en el país y tiene una relación muy cercana con su papá quien es viudo.

Y por el otro lado, tenemos a Terrence Fletcher, un reconocido director de la famosa “Orquesta Studio Band”, la mejor orquesta de jazz del conservatorio.

Andrew es un estudiante de primer año, que tiene la convicción de lograr ser un excelente baterista y sabe perfectamente quién es Fletcher, ese profesor al que todos quieren cautivar, pero que a la vez es temible por sus métodos de enseñanza.

Por algunas circunstancias de las que aún no hablaremos, los caminos de Andrew y Fletcher se cruzan y comienza una relación de discípulo y mentor que los conducirá por un camino bastante accidentado y haciéndolos pasar por sensaciones como la sorpresa, la satisfacción, el orgullo, la realización, la soberbia y la derrota, no necesariamente en ese orden.

Tener un lugar en la “Orquesta Studio” es la meta que tienen en común muchos de los alumnos del conservatorio, ya que pertenecer a ella no solo te da un estatus especial entre los demás estudiantes, sino que puede ser la puerta para conseguir un gran trabajo en el mundo real.

Sin embargo, entrar no es nada fácil, y si lo haces, mantener tu lugar es aún más complicado de lograr.

La historia se desarrolla en entre el ir y venir de ensayos, discusiones, conciertos y una que otra agresión física en búsqueda de la grandeza que la música, y en especial el jazz, les ofrece a pocos.

Es una película muy emocionante, muy bien hecha y que, de una forma u otra, te va a llevar a disfrutar de la música de una manera nueva de la mano de grandes lecciones de vida.

¡Alerta de spoiler!

Ok, veamos un poco más a detalle los puntos que les comentaba anteriormente.

La disciplina y el compromiso; Andrew está completamente comprometido con su meta, ser uno de los más grandes bateristas de la historia del jazz; sabe que no es algo fácil de lograr, que requiere de algunos sacrificios.

Podemos ver como su atención estaba en la batería en todo momento, hasta llegar al punto de la obsesión, tanto así que llevó su colchón al cuarto de ensayo para dormir ahí y poder estudiar en cuanto despertara.

Pero llegó a un punto en el que ese compromiso con la música comenzó a comprometer cosas que son vitales para toda persona: sus relaciones personales.

El primer destello de esto fue cuando su papá le marco por teléfono y él prefirió no contestarle la llamada; y más adelante ya es algo mucho más obvio cuando decide terminar su relación de pareja para dedicarle más tiempo al estudio.

Ni siquiera voy a entrar en detalles sobre su pésima manera de comunicarle a su novia la decisión que tomó, solo me quiero centrar en el punto de que cuando nos comprometemos con algo de una forma que no es sana, esto termina por llevarnos a un callejón sin salida.
Y me llamó la atención porque precisamente en las “cosas de la Iglesia” es bastante común que caigamos en actitudes similares.

He conocido a muchos adultos ya mayores que descuidaron de forma horrible a sus familias sin prestarles la atención debida por desbocarse al servicio de la Iglesia.
Y de los jóvenes ni se diga, ¿Cuántas veces le dedicamos horas y horas a la preparación de un retiro, de una pascua juvenil o de unas misiones? y todo eso a costa de pasar tiempo en casa.

Sí, está genial comprometernos con nuestro apostolado y con nuestra comunidad, pero no perdamos de vista que existe lo que llamamos “Iglesia doméstica”, que es nuestra familia, y esa es nuestra primera responsabilidad, de ahí parte todo lo demás.

Y al igual que en la película, si descuidamos lo más valioso por un compromiso insano (aunque sea con cosas de Dios), estaremos entrando en un callejón sin salida y tarde o temprano terminaremos dañando a las personas importantes en nuestra vida y teniendo un mal desempeño en nuestras actividades, o dicho en términos evangelizadores, dando un mal testimonio.

Ahora hablemos de la humildad.
Andrew tiene un ídolo, un ejemplo que lo motiva, lo encontramos en las paredes de su cuarto en una fotografía, se llama Buddy Rich y es simplemente uno de los mejores bateristas que han existido en la historia.

En su primer ensayo con la Orquesta Studio Andrew entra con el pie derecho, agarró el ritmo a la perfección, todo está sonando sumamente bien, incluso Fletcher, el nunca satisfecho director demuestra un poco de entusiasmo por el nuevo integrante del ensamble.

Pero para la desgracia de Andrew a su director se le ocurre hacer un comentario catastrófico, en medio de su excelente interpretación Fletcher le dice al resto de músicos: “Qué tal eh, tenemos aquí a Buddy Rich” y en ese momento todo cambió para Andrew.

Al escuchar al profesor diciendo eso, Andrew se sintió soñado, pensó que tenía todo bajo control y en cambio, soltó justamente lo que estaba haciéndolo brillar.

En la música, como en otros ámbitos, se nos enseña que muchas veces “menos es más”; y cuando eres parte de una banda o una orquesta, mientras menos hagas en lo individual, mejor sonará el ensamble.

Es una lección importantísima, pero muy difícil de aprender, y sobre todo para los bateristas que solemos tener participación a lo largo de toda la canción a diferencia de otros instrumentos con los que es más común que tengan asignadas solo algunas partes de un tema.

Pero bueno, Fletcher le dice a Andrew el mejor cumplido que éste pudiera esperar, y ahí se descontrola todo, pierde piso y comienza a improvisar sobre la canción, entonces se sale de tiempo y el director para a toda la orquesta.
Su primera reacción es bastante comprensiva, pero Andrew poco a poco va perdiendo su confianza y va tocando cada vez peor, llevando a Fletcher a sacar su personalidad más conocida a través de gritos, cachetadas, insultos e incluso, el lanzamiento de un platillo dirigido a la cabeza de su alumno.

Aquí no quiero avalar o aplaudir la actitud del director de la orquesta, pero sí me quiero enfocar en lo caótico que puede llegar a ser el perder piso en nuestra vida cristiana.

Cuando estamos en una comunidad y somos coordinadores, o somos el nuevo que acaba de vivir un retiro y que a todos les cae bien, o cuando somos el que dirige el ministerio de canto, el que tiene el canal de YouTube o la cuenta de Instagram, el que hace videos o tiene un podcast, o cuando somos al que catalogan como “el mejor predicador de la comunidad”; hay muchísimas opciones en las que podemos ser nosotros los que escuchemos a alguien que consideramos importante decir de nosotros “miren, tenemos aquí a Buddy Rich”.

Y seamos conscientes de algo, el error de Andrew no fue tocar bien, hacer bien las cosas no es un error, y al hacerlas bien será inevitable que algunas personas lo reconozcan y nos lo hagan saber.
De vez en cuando podrá llegar un “Muy bien hecho” o un “Felicidades, estuvo genial”, eso no podemos evitarlo claro.
El error estuvo en perder el piso por escuchar lo que dicen los demás.

Si te toca estar en una posición en la que tu servicio te expone a la mirada de otros, siempre, antes y después de hacer lo que te toca, pídele a Dios que te mantenga sin darle una importancia incorrecta a lo que se diga de ti, tanto a lo bueno como a lo malo.

Y, para terminar, algo de lo que más me llamó la atención de la película fue una de las frases que dice Fletcher casi al final.
Cuando está explicando por qué se comporta como se comporta con los alumnos llevándolos al extremo de sus capacidades, hablando de la mediocridad que frena el talento de muchos músicos dice:
“No hay palabras más dañinas que <Buen trabajo>”.

Y sin irnos a los extremos que él llega, pienso que hasta cierto punto tiene mucha razón.
En el mundo de la música católica abundan esos “Buen trabajo” que nos dicen aun cuando nuestra grabación, nuestro video o nuestra producción no está bien hecha, nos la vivimos dando y recibiendo palmadas en la espalda felicitándonos por cualquier cosa, y yo estoy convencido de que esa manera de actuar nos perjudica más de lo que nos ayuda.

Pero no me quiero concentrar en el reducido mundo de los músicos católicos.

Este punto lo quiero abordar desde la perspectiva de la corrección fraterna.
Recordemos que como cristianos estamos obligados a llevar a la práctica las obras de misericordia tanto las espirituales como las corporales, y una de ellas es precisamente “corregir al que se equivoca”.

Esa obra va muy de la mano del famoso “pecado de omisión”, por el cuál estoy seguro de que mucha gente pasará (o pasaremos) un buen rato en el purgatorio como mínimo.
No digo esto para que nos volvamos el criticón de la comunidad, no se trata de pasarnos el día señalando los errores de los demás sin piedad.

Se trata de que nos demos a la tarea de ayudar a nuestros hermanos en la fe, aquellos con quienes tengamos una relación de confianza, debemos demostrarles nuestra preocupación real por su salvación, y no debemos tener miedo a caerles mal o a que se molesten.

Claro que debemos aprender a hacerlo en el modo adecuado, en el momento adecuado, en el lugar adecuado y con la persona adecuada, no es lo mismo regañar que platicar; no es lo mismo un chat en whatsapp donde está toda la comunidad que en un café, un parque o un salón de la parroquia; no es lo mismo hacerlo en medio de una salida a cenar con los amigos que buscar un momento especial para platicar; y no es lo mismo decírselo al chico o chica con los que nunca cruzas palabras, que decírselo a tu mejor amigo con quien llevas años de amistad.

Siempre debemos tener presente que la corrección fraterna exige que primero exista la parte de “fraterna” y luego la de “corrección”, sin fraternidad, no es corrección fraterna.

Teniendo todos esos cuidados, sí quiero invitarte a que no temas ser ese amigo que realmente se preocupa por la santidad de los demás, yo valoro mucho más a mis amigos que se toman el tiempo de decirme lo que estoy haciendo que no edifica mi vida espiritual que a los que se la pasan diciéndome esos “buen trabajo” cuando en realidad no me estoy esforzando por ser más santo cada día.

Y bueno, esta película se las recomiendo obviamente a todos los que toquen un instrumento musical, y también a quienes quieran ver una película que los llevará por una montaña rusa de sensaciones bastante disparejas.