Alimentos que nos fortalecen

Chicos, ¿tienen algo para comer?
Esta es la pregunta que ha resonado en mi corazón al contemplar a cada miembro evangelizador de la zona parroquial que acompaño. Cada año es esencial proporcionar el alimento espiritual que sostiene a nuestros líderes catequistas en su labor evangelizadora.

Por eso, a pesar de los contratiempos, nuestra formación de verano para líderes de la zona pastoral II se llevó a cabo en la parroquia de Los Santos Arcángeles, en la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, del 6 al 17 de enero de 2025, en el distrito de San Martín de Porres, Lima. Fueron dos semanas consecutivas e intensas dedicadas al diálogo, la escucha mutua y la atención a la guía del Espíritu de Dios. Fue un encuentro de personas que ofrecen sus talentos y su tiempo al servicio de la Iglesia. La convivencia renovó nuestro espíritu, nos unió y nos fortaleció como verdadera comunidad de comunidades, todas en camino hacia el encuentro con nuestro Dios.

Esta formación de verano estaba dirigida a un público adulto que forma, orienta y acompaña a nuestros catecúmenos en los diversos programas sacramentales y catequéticos. Además, nos alegró contar con un grupo importante de jóvenes, iconos de un Dios que nunca envejece ni pasa de moda, y que renuevan nuestra esperanza y nos animan a seguir juntos en su camino.

Nuestra formación de verano para agentes pastorales se ha convertido en una tradición columbana que iniciamos cada año antes de comenzar cualquier tipo de catequesis parroquial. Esta práctica siempre ha dado buenos resultados, ya que nos prepara para acoger y abrazar con entusiasmo los retos del año. Es un alimento espiritual que nutre tanto a los que acompañamos como a nosotros mismos. Así, estas dos semanas han sido intensas en el aprendizaje sobre Jesús, nuestro maestro y salvador.

Una vez más, nos hemos alimentado de los Evangelios, de su Buena Nueva, especialmente del Evangelio de San Lucas, contemplando al Dios de la gran misericordia. Hemos rezado con fervor al comienzo de cada día y cada noche, poniendo nuestros proyectos en manos de Dios, pidiendo su ayuda, su guía y su compañía durante todo el año. Estas dos semanas han exigido sacrificio a todos los participantes; cada uno ha tenido que dejar de lado su trabajo y sus intereses para estar presente en esta formación parroquial. Algunos incluso han viajado desde zonas periféricas y lejanas de la geografía parroquial, a pesar de la falta de transporte público, solo para participar.

Todo este esfuerzo nos ha permitido darnos cuenta de cómo Dios actúa en nuestras vidas, atrayéndonos hacia su camino. Ha sido un tiempo gratificante para sentir y vivir en comunidad, una verdadera comunidad de comunidades. Un tiempo para mirarnos cara a cara, para conocernos mejor. Un tiempo sinodal, abrazado por el jubileo. Un tiempo para dar gracias a Dios por todo lo que nos da. Setenta y cinco hombres y mujeres han comenzado y concluido esta formación de verano, poniendo nuestra esperanza en Dios, que nos ayuda en todas las tareas que nos ha encomendado en nuestra comunidad de fe este año. Este es el alimento que nos fortalece a nosotros y a aquellos a quienes acompañamos en su camino hacia Dios.

Revista