Francisco, has dado un paso enorme.
Por favor, sigue más lejos,
profunda y anchamente.
Estás dando ánimo
a los desanimados,
un susurro de esperanza
a los desencantados,
inspiración renovada
a los abandonados.
Por favor, no vaciles,
pero ten cuidado.
Estás prendiendo fuego en las cenizas,
hay humo blanco en las chimeneas,
y calor en los helados congelados.
Ya te has confirmado como:
Francisco, Príncipe de Esperanza,
y en dicha esperanza reasumimos
Que nuestro Dios amante de todo su pueblo
te fortalezca en tu convicción en contra
de los desafíos que te esperan.
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