Los aniversarios usualmente tienen símbolos asociados con ellos como plata para 25 años y oro para 50. Consciente de que este pasado año los Columbanos celebraron 100 años de ser testigos del amor de Dios mediante nuestras relaciones con la gente, especialmente los vulnerables y el Planeta herido, tenía curiosidad de que representaría un aniversario de 100 años. Una búsqueda en Internet reveló que no hay un símbolo para un aniversario de 100 años ya que se puede asumir que es un evento tan único que no necesita un símbolo. Sin embargo, un comentario asignó los diamantes diciendo que:
Los diamantes son una piedra conocida por su deslumbrante y hasta cegadoras refracciones de luz. Estas imágenes de fuego y luz que reflejan el amor constante son muy apropiadas al celebrar los 100 años de la misión Columbana e iluminan nuestro futuro.
El amor fue la chispa que encendió los corazones de nuestros fundadores. Una de mis citas favoritas de los primeros años de los Columbanos viene de un libro escrito por el Padre James McCaslin titulado, “La Espiritualidad de Nuestros Fundadores.” En la sección “Amor y Servicio a los Pobres,” escribe:
Hoy esta flama constante de amor puede verse en el compromiso con la justicia, la paz y la integridad de la creación (JPIC). Identificado como ministerio en 1976, los Columbanos han incluido trabajo para cambios estructurales como una parte integral de nuestra misión por más de 40 años. Vaticano II abrió la ventana para el JPIC, los Columbanos supimos desde el principio que la pobreza, opresión, violencia y explotación estaban interconectadas. Comenzamos a ver más claramente y a articular nuestros conocimientos de las realidades de las personas que viven en pobreza y de las heridas del Planeta debidas a leyes económicas, políticas y del ambiente a nivel nacional e internacional.
el JPIC se vive en carne y hueso, alma y corazón. Nuestro compromiso con inmigración, cambio climático, paz y diálogo interreligioso es debido a que hay muchísimas personas con caras, nombres y familias que son marginadas económica, social, política y/o religiosamente. La naturaleza ha sido herida por el sobreconsumo. Junto a sistemas nacionales e internacionales como el Movimiento Climático Católico Global y Pax Christi Internacional, los Columbanos ayudan a formar e implementar las Enseñanzas Sociales Católicas mediante encíclicas. Prestamos nuestras voces al dialogo que ocurre entre gobiernos nacionales e instituciones internacionales como las Naciones Unidas. Intentamos ser conectores entre realidades locales y cambios estructurales. Invitamos a las personas a conocer más sobre el JPIC mediante oportunidades de experiencias educativas como nuestro internado en Washington, D.C., servicio voluntariado a corto plazo y experiencias de misión en la frontera de México-EEUU.
Recientemente, estaba visitando nuestra misión en Myanmar. Una de las preocupaciones urgentes en este país es el conflicto entre las minorías étnicas y la mayoría birmana. Histórica y contemporáneamente, los Columbanos estamos en el estado de Kachin donde la mayor parte de los conflictos intensos ocurren. Una de las consecuencias de esta guerra interna es el desplazamiento interno de miles de personas de sus tierras y hogares hacia campamentos de Personas Internamente Desplazadas (IDP por sus siglas en ingles).
Tuve la oportunidad de visitar varios campamentos en Myanmar. Las condiciones eran deplorables. Familias enteras vivían en una habitación 12x12 hecha de bambú, sin agua, electricidad limitada, pobres condiciones de salud e higiénicas y con acceso limitado a la educación. Me inspiró ver a los Columbanos trabajando junto a la diócesis y organizaciones católicas para responder a esta realidad mediante recursos, educación y acompañamiento pastoral.
Papa Francisco, en Laudato Si’, nos invita a oír el llanto de los pobres y de la tierra. Los Columbanos escuchamos esos llantos todos los días. En un campamento, un hombre me compartió su deseo de regresar a su pueblo para que sus hijos conocieran sus raíces y pudieran vivir en paz. En otro, cuando se supo que los Columbanos estaban de visita, una mujer de 98 años vino a saludarnos. La conocían como Adwi Gungai o abuela. Cálida y emocionalmente nos contó de la primera vez que conoció a los Columbanos en 1930. Era una joven en esos días y cargó su amor constante por los Columbanos toda su vida. Estaba muy contenta de reunirse con ellos después de décadas apartados.
Es fácil inspirarse con estos encuentros cuando la gente lleva en sus corazones la chispa de amor, luz y esperanza para el futuro que brille como escribió San Pablo en su carta a los Corintios:
Adwi Gungai es testigo viviente de la llama de amor constate que los Columbanos han llevado por un siglo. Al mirar hacia el próximo siglo, que Adwi Gungai nos sirva de recuerdo del ardiente deseo de nuestros corazones para entrar en una relación con otros y con el Planeta herido. Que el diamante de hoy sea el fuego de mañana
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