Benditas sean las manos, el corazón y la mente
que pintaron este hermoso ícono
de belleza sin igual, pero dulce,
la madre de Dios, envuelta en su oración.
Su rostro puro, sus manos y su corazón cubiertos,
casta, vestida de blanco, con un brillo matutino:
reflexiona profundamente, se ve su dolor,
porta el peso de las almas en la tierra.
Sorprendente pero llena de amor
Inmaculada, que nunca se terminen sus alabanzas
en los corazones que la aman, Madre de Dios.
Totus tuus. La más pequeña
en el valle de Santa Teresa.
Amen.
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