El 16 de octubre se ha realizado virtualmente el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares, con la presencia del papa Francisco. El largo discurso que el pontífice pronunció avanza en la agenda de reformulación de una nueva presencia humanizada y humanizadora de la vida social y política, desde las bases y desde las periferias.
Siguiendo los principios de la Doctrina social de la Iglesia y aplicándolos al nuevo contexto, el papa insiste en la importancia de que las naciones reconsideren cosas como la necesidad del salario básico universal y la reducción de la jornada laboral, la liberación de las patentes de las vacunas y la reorientación ética de los medios de comunicación para evitar las “fake news” y la difusión de “teorías de la conspiración”.
Sin embargo, Francisco hacia el final de su mensaje, ofrece la que parece ser la clave hermenéutica más importante para comprender la necesidad de una acción comunitaria a favor del bien común de un modo más auténtico y menos burgués: desde las periferias el mundo se ve más claro.
En efecto, el papa dice: “El sufrimiento del mundo se entiende mejor junto a los que sufren. En mi experiencia, cuando las personas, hombres y mujeres que han sufrido en carne propia la injusticia, la desigualdad, el abuso de poder, las privaciones, la xenofobia, en mi experiencia veo que comprenden mucho mejor lo que viven los demás y son capaces de ayudarlos a abrir, realísticamente, caminos de esperanza”.
Este método y esta mirada han sido explicados ampliamente en la Encíclica “Fratelli tutti”. Cuando se intenta construir el bien común al margen de la amistad y cercanía con los pobres, todo se vuelve ideología, manipulación y moralismo. Francisco sabe bien que han existido proyectos de “inspiración cristiana” que buscaron conquistar el poder desde el poder, procediendo “desde el vértice para influir en la base”, tratando de congraciarse con las élites, dando “batallas culturales”, y en el fondo, afirmando alguna modalidad de “teología de la prosperidad”. Para quienes viven presos de esta ideología, el que no es de “derechas” es de “izquierdas”; el que no es “conservador”, es “liberal”. Y así, forzando la realidad a que entre en una pequeña cuadrícula, terminan definiendo taxativamente quiénes son los coherentes y quiénes son los cobardes.
Francisco señala a este respecto: “a veces me sorprende que cada vez que hablo de estos principios [de la Doctrina social de la Iglesia] algunos se admiran y entonces el Papa viene catalogado con una serie de epítetos que se utilizan para reducir cualquier reflexión a la mera adjetivación degradatoria. No me enoja, me entristece. Es parte de la trama de la post-verdad que busca anular cualquier búsqueda humanista alternativa a la globalización capitalista, es parte de la cultura del descarte y es parte del paradigma tecnocrático”.
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