Al mirar hacia atrás en el último año, probablemente hay muy pocas personas que pudieran nombrar el 2020 entre sus años favoritos. Seguramente, sin embargo, hemos aprendido algo del COVID-19, y las protestas de Black Live Matters. Ciertamente, el virus nos hizo detenernos y pensar acerca de quiénes son los trabajadores esenciales en este país. Y la muerte de George Floyd hizo al país detenerse y reflexionar en como las personas de color llevan su vida – o debería habernos hecho reflexionar sobre ello.
La Iglesia Católica Americana, y me refiero a todos nosotros Católicos, podemos hacer un examen de conciencia provechoso. A pesar de que no deseamos admitirlo, el racismo es “tan americano como el pie de manzana”, y la segregación ha sido parte de la vida de nuestra amada Iglesia.
Incluso nuestros compañeros negros católicos, han sufrido mucho. Consideremos el caso del Venerable Padre Augusto Tolton. El fue el primer sacerdote Católico Romano Afroamericano reconocido en la historia de los Estados Unidos. El nació en la esclavitud en Missouri en Abril 1, 1854, pero su familia después escapó a Illinois. Fue criado católico y más tarde expresó su deseo por el sacerdocio. Con la ayuda de un Franciscano Irlandés, P. Peter McGirr, el joven Tolton aplicó a varios seminarios americanos, pero fue rechazado en todos ellos. Finalmente solicitó estudiar en Roma y fue aceptado. Fuer ordenado en abril 24, 1886, en Roma y fue enviado de regreso a ejercer su ministerio en los Estados Unidos. Difícilmente tenemos que volver a los años 1800 para encontrar ejemplos de insensibilidad racial.
¿Con cuanta frecuencia leemos las palabras del Evangelio de San Mateo, pero las aplicamos a nuestras actitudes raciales?
“Por lo tanto, si estás ofreciendo tu ofrenda al altar y recuerdas que tu hermano o hermana tiene algo en contra tuya, deja tu ofrenda en frente del altar. Primero ve y reconcíliate con ellos; y luego ven a ofrecer tu ofrenda.”
El Papa Francisco ha propuesto a menudo que imitemos la historia del buen Samaritano que nos enseña la forma en que Dios inter actúa con los seres humanos. El Papa lo ve como un proceso en cuatro etapas: acercarse, sentir la necesidad, responder concretamente, y al final, conversión.
Algunos de nosotros hemos dado con éxito el primer, paso más importante, acercándonos. Pero, sin embargo, hay algunos de nosotros que realmente no tenemos a nadie de color en nuestras vidas oyéndoles decir de viva voz sobre sus alegrías y pesares, esperanzas y temores. Ahí es donde sentiríamos, “las heridas” que solamente el contacto personal puede descubrir. “Ciertas realidades en la vida solamente pueden ser vistas con ojos limpios por las lágrimas,” el papa dijo una vez a un niño de la calle en Manila. Es una realidad invisible, todos pertenecen a Dios y a los demás.
Justo después del pasaje “deja tu ofrenda en el altar”, el mismo Evangelio aconseja,
“Resuelve las cosas rápidamente con el adversario que te está llevando a juicio. Hazlo mientras vas con él por el camino, o tu adversario te puede entregar al juez…”
Los Obispos de los Estados unidos dicen esto en 1958:
“Esperamos y oramos fervientemente que estadunidenses responsables y mente abierta de todas las creencias religiosas, en todas las regiones de nuestra tierra, arrebaten el manto de liderazgo de los agitadores y los racistas. Es vital que actuemos ahora y lo hagamos decididamente. Todos debemos actuar en silencio, con valentía, y en oración antes de que sea demasiado tarde.”
Seguramente es el momento de responder concretamente y convertirse.
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