El 12 de octubre, en la frontera entre Estados Unidos y México, en el lugar en donde el puente Santa Fe divide las ciudades hermanas de El Paso y Ciudad Juárez, México. Bajo los rayos del sol de la tarde, 200 personas, jóvenes y mayores, laicos y religiosos, Latinos y Anglos, cruzaron por en medio del puente resguardado por los agentes de aduanas y patrullas fronterizas, regresando a los aspirantes de asilo que huían de la violencia y persecución en Centroamérica y México.
Ese día, alimentado por la retórica extremista de los políticos en Washington D.C., un joven hombre blanco viajó 12 horas a la tienda Walmart en El Paso y disparó su arma automática contra familias de ambos lados de la frontera que se habían congregado para comprar los útiles escolares de sus hijos. ¿Cómo pudo pasar eso?
Cada vez más, las personas en la frontera y el obispo Católico de El Paso está haciendo la conexión entre la historia de nuestra nación de racismo institucional y la violencia. En palabras del Obispo Mark Seitz, “El odio ha visitado nuestra comunidad y sangre Latina ha sido derramada en sacrificio al falso dios de la supremacía blanca”.
Lo que vimos al otro lado del puente en México nos conmocionó, y sólo confirmó las palabras fuertes dichas por el obispo. Pequeñas tiendas de campaña bordeaban la calle al pie del puente, y bajo cada tienda se asomaban familias y niños. Son las caras del último intento de la actual administración para desalentar y negar efectivamente el derecho de asilo a aquellos que están huyendo de la violencia y persecución en sus países de origen.
Dolor y Duelo se Esfuman, La Noche No Será Jamás
En su carta pastoral sobre emigración, Dolor y Duelo se Esfuman”, el obispo Seitz ofreció un análisis del drama de la frontera Estados Unidos y México, a la luz del Evangelio y la Enseñanza Social Católica:
“Nuestro roto sistema de emigración es una herida en la comunidad fronteriza. Es un escándalo para el Cuerpo de Cristo en El Paso”.
Ahora, dos años más tarde, el obispo emitió una nueva carta pastoral, “La Noche No Será Jamás”, firmando la carta en la misa de clausura de “Enseñar por la Justicia”.
Específicamente, la carta pastoral es un llamado a nuestros líderes nacionales a “detener la deportación de aquellos que no son nocivos para nuestras comunidades, a hacer un alto en la separación de familias, y terminar de una vez por todas el rechazo de los refugiados y la muerte en la frontera”.
La conexión entre la masacre en El Paso, y el racismo y violencia que ha caracterizado a la presente política de la actual administración hacia los migrantes y refugiados, no podría ser más clara. Según el Centro Nacional de Justicia de Emigrantes, se puede trazar claramente un cronograma de los esfuerzos de la Administración Trump para poner fin al asilo, y negar efectivamente la entrada a nuestro país a migrantes y refugiados. Desde el primer día, con la “Prohibición Musulmana” sobre refugiados de los países de mayoría musulmana, hasta la detención prolongada e indefinida de solicitantes de asilo, la política de ‘cero tolerancia” que ha desencadenado la separación de las familias, hasta la actual política de “Permanencia en México” ha emplazado a los aspirantes a asilo político de Centro América en albergues en México, forzando a los solicitantes de asilo mexicanos y a sus hijos a acampar en condiciones subhumanas que hemos visto cuando cruzamos el puente Santa Fe hace unas cuantas semanas.
¡Hemos Sido Amenazados con la Resurrección!
Los tiempos en los que vivimos son preocupantes, pero para los cristianos la última palabra no es de crucifixión y muerte, sino más bien de resurrección y vida. En palabras del obispo Seitz, “La carga de la historia de injusticias en la frontera es pesada. Debemos luchar profundamente con este legado, lamentarnos apasionadamente, confrontar nuestros prejuicios, y repudiar por completo el racismo”.
Estas familias migrantes y sus hijos son también un reflejo de nuestra fe cristiana, o carencia de ella, a lo que la carta pastoral hace referencia como a “un caso potencialmente mortal de endurecimiento del corazón”. Por qué las Escrituras y el Evangelio son claros: Nosotros, también, “fuimos extranjeros en tierra extranjera” (Éxodo 2,22), y en cada migrante y refugiado encontramos la viva presencia de Cristo: “Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, un extraño y me acogiste” (Mateo 25, 35).
Debemos seguir rechazando el odio y la violencia, el racismo y la xenofobia, y políticas de inmigración y refugio que excluyen y castigan a los más vulnerable entre nosotros. La vida, no la muerte tiene la última palabra, y estamos llamados por nuestra fe a defender y proteger la vida en donde quiera que se vea amenazada, especialmente las vidas de los más vulnerables entre nosotros, las familias y los niños de los migrantes y refugiados.
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