"La Fiesta de Introducción a la Vida Adulta" es una fiesta nacional japonesa celebrada el segundo lunes de enero. Hasta el año 2000 fue el 15 de enero, pero el "Sistema de Lunes Feliz" para las fiestas nacionales cambió la fecha.
Esta celebración de entrada a la vida adulta se realiza al cumplir los 20 años y proviene de una costumbre que comenzó en el año 714, cuando el joven Príncipe Imperial cumplió 20 años y se cambió a un nuevo estilo de túnica y de cabello. Esta costumbre se amplió gradualmente hasta que hoy lo abarca todo. La mayoría de las mujeres jóvenes se visten de colorido kimono con mangas largas, con un obi especial y sandalias zori. Una visita a la peluquería es habitual.
Nosotros, en la Iglesia, tenemos una bendición especial para los nuevos adultos el domingo. Oramos para que reciban la ayuda y la fuerza del Espíritu Santo y que crezcan en sabiduría, valentía y en conocimiento de Dios. El sacerdote impone las manos sobre ellos y le da un regalo de parte de la Iglesia.
El lunes van a la municipalidad para ser festejados. A menudo se encuentran los compañeros de clase que no han conocido desde la escuela primaria. El alcalde generalmente da una charla sobre los derechos, privilegios y responsabilidades de los adultos. A partir de los 20 años, ya pueden legalmente votar, beber y fumar.
En 2013 los medios de comunicación estuvieron llenos de aprensión porque el futuro se mostraba sombrío para estos nuevos adultos. Una encuesta de la editorial Macromill dijo que el 80% de los jóvenes de 20 años tienen una visión pesimista sobre el futuro de Japón. Ellos no ven perspectivas para un trabajo de por vida. 75.6% dijeron que esperan poco o nada de los políticos. A este pesimismo se añade un miedo que se respira en todo el Japón desde el terremoto, tsunami y desastre nuclear del 11 de marzo de 2011. Casi todos los días los medios de comunicación hablan de una nueva falla sísmica, de la escasa protección disponible y de los miles que morirán a consecuencia de un próximo sismo. Además de esto las condiciones de deterioro en las relaciones entre Japón y China suenan a mal presagio.
Estos jóvenes viven ahora en un Japón donde una niebla insidiosa de incertidumbre y ansiedad impregnan la sociedad. La esperanza para el futuro está en su punto más bajo. Pero en este ambiente de oscuridad, tenemos dos jóvenes de 20 años de Hodogaya. Izumi está en segundo año de universidad para convertirse en maestra de escuela. Ella ya ayuda a su madre en la escuela dominical de la iglesia. Mina está en segundo año de un curso de seis años para prepararse como farmacéutica. Mina está activa en el Grupo Católico Juvenil del Decanato y en el Gremio Estudiantil Católico Diocesano.
Jesús pide a sus seguidores a ser luz que brilla en la oscuridad, y sal que da sabor a la sociedad. Izumi y Mina son eso. Ellas emanan la alegría de la fe. Tienen sonrisas que aportan luz a las personas que conocen. La Madre Teresa dijo: "Una sonrisa es el principio de la paz”.
En una entrevista, el japonés ganador del Premio Nobel de Literatura, Kenzaburo Oe, dijo de su propio pueblo: "Nosotros, los japoneses nos enfrentamos a una crisis. Somos un pueblo sin esperanza”. Izumi y Mina son misioneras en su propio medio. Son instrumentos de la luz, la alegría de Cristo y la esperanza.
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