Ser misionero consiste en ser enviado a compartir el amor de Dios en el servicio a nuestros hermanos más desprotegidos. Dios, que vive dentro de nosotros, es el que nos mueve y anima a realizar el bien, a hacer obras de amor. En el caso del Padre Liam Carey, esto significa viajar en motocicleta.
Desde que los Misioneros Columbanos llegamos a Lima, Perú, en el año 1952, nuestra prioridad ha sido acompañar a los más pobres, compartiendo sus alegrías y sus sufrimientos. Nuestras parroquias han crecido al mismo ritmo que los barrios marginados. En Jicamarca, el crecimiento ha sido extraordinario. El Padre Liam nos cuenta: «Hace veinte años esta área estaba deshabitada, excepto por algunos criaderos de cerdos. Actualmente aquí viven más de cien mil personas, y según cálculos del gobierno, cuando esta área esté totalmente ocupada ¡habrá más de medio millón!»
A la ciudad de Lima llegan cada año miles de familias empobrecidas que emigran de los campos en busca de una mejor vida. Lima está rodeada por el desierto, así que muchos de estos campesinos se asientan en barrios pobres, erigiendo frágiles chozas de paja en las áridas colinas que envuelven la metrópolis, haciendo más grande el cinturón de miseria.
La vida es difícil para los recién llegados. Para empezar, no hay servicios públicos de ningún tipo. Los habitantes deben organizarse y presionar al gobierno para que amplíe las líneas de electricidad y pavimente los caminos. El agua potable es surtida por camiones cisterna que todas las mañanas zigzaguean entre las viviendas improvisadas para entregar el vital líquido. La basura se quema en las calles.
Las personas deben recorrer grandes distancias cada día para llegar a sus trabajos o para buscar empleo. Las escuelas y las clínicas de salud son escasas. Y respecto a la vivienda, las personas son dejadas a sus propios medios para que mejoren lentamente sus hogares cuando les sobre un poco de dinero.
En el futuro esta área será dividida en dos o tres parroquias, cada una con al menos dos sacerdotes. Sin embargo, por ahora sólo está el Padre Liam. Al igual que los demás residentes, el Padre Liam vive en una pequeña choza de dos habitaciones, encaramada en una pendiente de la colina. Con el tiempo ha podido hacer algunas mejoras, pero las condiciones siguen siendo muy sencillas.
Desde aquí se traslada a diecisiete comunidades cristianas de base que los Misioneros Columbanos han logrado fundar. El Padre Liam sujeta con una correa su equipo para celebrar la Santa Misa en la parte trasera de su motocicleta. «Como usted podrá ver, aquí no hay calles asfaltadas y los caminos son de tierra suelta», nos explica. «Una motocicleta es el vehículo ideal para recorrer este tipo de camino».
Así que cuando los habitantes de Jicamarca escuchan un motor de motocicleta y ven una estela de polvo en el aire, saben que es el Padre Liam que montado en su motocicleta se dirige apresuradamente a oficiar la Santa Misa en otra parte de esta región empobrecida.
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