La prisión de San Juan de Lurigancho en Lima, Perú, tiene cerca de 9,000 prisioneros; no exactamente el lugar donde uno quisiera tener una celebración, pero esa fue exactamente la razón por la que nos reunimos en la prisión el lunes 13 de diciembre de 2013, exactamente 30 años después de que la hermana Joan Sawyer fue disparada y matada por la policía peruana.
La hermana Joan estaba visitando la prisión como parte de su servicio pastoral a los prisioneros como lo hacía cada semana por varias horas para aliviar el peso de las sentencias que estaban sirviendo. En 1983, el día en que la hna. Joan estaba visitando, un grupo de prisioneros tomó de rehenes a Joan y a otros dos que también estaban visitando y demandaron una camioneta y un conductor para realizar su fuga. Las autoridades de la prisión cooperaron, y los rehenes fueron junto con los prisioneros en la camioneta. A solo una milla de la prisión la policía los emboscó y mató a todos los que iban en la parte de atrás de la camioneta, pero salvaron al conductor y los dos visitantes que se sentaron enfrente con junto a él. Pero no hubo suficiente sitio enfrente para una tercera persona así que la hermana Joan se sentó detrás con los prisioneros.
Días después, Cuando se recobró el cuerpo de la hna. Joan y se celebró la Misa de cuerpo presente en la iglesia de su parroquia, el pueblo de Dios llevó a hombros su ataúd por más de quince millas, desde Independencia, pasando por el tráfico del centro de Lima hasta el cementerio “EL Angel” tal fue el amor que le tenían a la hna. Joan y la gran indignación por lo que había sucedido. Ese último viaje de la hna. Joan no solamente fue seguido por cientos de gentes acongojadas, sino que miles de feligreses se rehusaron a dejar pasar lo acontecido con el simple entierro. Ella fue amada por Dios, y el mundo debía de saber lo que había pasado. Después en el lugar donde sucedió la emboscada se erigió una cruz y se escribió con grandes letras el mandamiento divino: NO MATARÁS.
Mientras ofrecíamos el Santo Sacrificio las paredes restrictivas de la prisión perdieron su cólera a un mundo de amor y paz una nueva resolución hecha posible por la humilde sierva de Dios la Hermana Columbana Joan Sawyer.
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