¡El padre Columbano Michael Doohan no es un miembro de grupo de rock inglés! El misionero Columbano estableció una escuela de mecánica que ha proporcionado a decenas de jóvenes en la Isla de Negros, Filipinas, un sustento. El comparte su historia en sus propias palabras.
Crecí en una granja en Co. Clare, Irlanda, con cuatro hermanos y cinco hermanas. Todos hacíamos nuestra parte en la granja, ayudando durante los días de fiesta. Mi hermano Juan, que era cinco años mayor que yo, se unió a los Columbanos después de terminar la escuela. Cuando un sacerdote Columbano vino a mi escuela a dar una charla sobre la Misión Maynooth en China, comprendí la decisión de Juan. Yo también decidí unirme. En ese tiempo nunca había estado fuera de Co. Clare.
Fui ordenado en 1952, y enviado a las Filipinas en Junio 24, 1953, donde me asignaron a las montañas de Candoni, uno de los pueblos en el sur de la Isla de Negros. El único transporte disponible en ese tiempo era a caballo.
Luego en 1974 fui transferido como capellán a SONEDCO (Southern Negros Development Corporation), una compañía de molienda de azúcar. No había ni casa ni capilla. Mi hermano Juan vivía en la parroquia de Himamaylan que se encuentra como a quince minutos en camión de SONEDCO. Inicialmente me quedé allí y tomé prestada su motocicleta para llegar a mi parroquia.
Eventualmente me las arreglé para adquirir algunas tierras en las que construí una capilla y una casa parroquial. Un granjero que era un buen católico donó una hectárea a la iglesia. La casa costó 10 libras (aproximadamente $1500 dólares) para construir lo que era un techo y cuatro paredes de paja y que medía 8 X 12 pies. Para lavar, iba al río cercano, y una pareja de al lado me dio cuatro taburetes y una mesa. Viví ahí por 11 años, y fueron los años más felices de mi vida.
La nueva parroquia cubría un área de lo que hubiera sido el tamaño de cinco o seis parroquias en Irlanda, y atendía una población de aproximadamente 30,000 personas. La fábrica de azúcar SONEDCO empleaba como 300 personas de la localidad inmediata y de las parroquias vecinas. Cientos de camiones de caña de azúcar llegaban a la fábrica todos los días. Era muy productiva en ese tiempo, pero recientemente no está tan bien debido a la reciente baja de los precios del azúcar.
Notaba que muchos jóvenes entre 15 – 18 años rondaban alrededor de los camiones de caña de azúcar. Cuando les pregunté que estaban haciendo me explicaron que esperaban que alguien los contratara. No iban a la escuela porque no tenían dinero. “¿Les gustaría aprender mecánica?” les pregunté, ya que siempre me interesó y yo cuidé de mi propio jeep cuando tenía uno.
Los muchachos se interesaron, así que, conseguí un par de viejos motores y empecé a enseñarles. Pero en una parroquia tan grande no podía darles mucho tiempo, así que conseguٌí un profesor de mecánica de Cebu para que les enseñara, y acondicioné un edificio temporal. Esperaba crear un centro de entrenamiento vocacional para mecánicos. La escuela se abrió en 1976, y los estudiantes estudiaron de forma gratuita. Recibí apoyo financiero de una rama de la Asociación del Caminito de Santa Teresa en Londres, así como del ingenio azucarero.
La escuela pagaba al maestro por capacitar a los estudiantes como mecánicos. El curso tardó dos años para completarlo. Pronto tuvimos como 30 muchachos (ninguna chica se interesó), y tuvimos que conseguir un segundo maestro. Yo estaba muy ocupado en mi parroquia, ministrando las 30 poblaciones, cada una con su propia capilla.
Un día fui sorprendido por la visita del Secretario de Educación a la escuela. Dijo que la había escogido porque era la única escuela en el país ofreciendo educación gratuita a los alumnos gracias al apoyo y colaboración de la iglesia, así como el financiamiento del sector privado y público.
Cuando me asignaron a otra parroquia en Cauyan, no había ningún otro sacerdote que supiera lo suficiente sobre la mecánica para hacerse responsable de la escuela. Tuvimos una junta con nuestra Junta Directiva, el obispo, algunos amigos sacerdotes y unos pocos de laicos. Todos estuvieron de acuerdo de entregar la escuela al gobierno con la condición de continuar ofreciendo educación gratuita.
Después de retirarme a Irlanda en 2015, regresé a visitar y estuve encantado de ver muchas mejoras. Tenían un camión para recoger y dejar a los estudiantes que vivían a una distancia. Mantuvieron las herramientas con las que habíamos empezado – el viejo motor con el que había empezado a entrenar a los estudiantes. Pero también tenían muchas nuevas. ¡Y todavía era gratuito! Nuestros graduados pudieron encontrar trabajo y algunos de ellos pudieron encontrar trabajo en el extranjero. Fue un gran salto desde nuestro humilde comienzo en 1976.
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