Apenas a unos pocos kilómetros de las afueras de El Paso, en la frontera de Estados Unidos con la ciudad mexicana de Ciudad Juárez, me inclino contra la grande malla de alambre que detiene el flujo de inmigrantes y solicitantes de asilo procedentes de América Central y México, que llegan buscando la seguridad y prosperidad económica de los Estados Unidos. Es un desierto silencioso, con unas pocas casas en el lado mexicano. Los solicitantes de asilo y refugiados de la violencia y la pobreza no intentarán aquí una entrada ilegal a los Estados Unidos; este lugar está muy bien custodiado. Es aquí en contra de la malla que la unidad espiritual entre las comunidades de ambos lados de la frontera, se renueva y fortalece con una celebración eucarística anual organizada por los obispos de los Estados Unidos y los obispos mexicanos.
Mi guía, el Padre Misionero Columbano, Roberto Mosher, del Centro Misionero Columbano de El Paso, apunta hacia México a la parroquia en Rancho Anapra, donde su compañero misionero el Padre Kevin Mullins lleva consuelo, apoyo, e inspiración, a las personas que han perdido seres queridos por la violencia y los separados de amigos y parientes por la valla fronteriza internacional.
Juárez es llamada la ciudad más peligrosa del mundo y sólo en 2010, 3.000 personas fueron asesinadas. El número de muertos entre enero y marzo de este año es de 81 en total y se espera que aumente.
Desde el 9/11 el fácil ir y venir por la frontera llegó a su fin y la estricta vigilancia, atención y aprendizaje está ahora a la orden del día, todos los días y las noches.
Pero más a lo largo de la frontera, la valla se termina y el desierto parece no tener fin. Cientos de migrantes sufren los peligros y riesgos de muerte en el reseco desierto, bajo un sol abrasador. Tal es su desesperación por escapar de la pobreza y las privaciones y reunirse con familiares en la prosperidad y la seguridad de los Estados Unidos. Muchos mueren en el desierto, abandonados por sus guías pagados llamados "coyotes".
Las miles de personas que tratan de cruzar están huyendo de una dura pobreza, de la confiscación de sus tierras, de la opresión política, de la policía y la violencia de las pandillas; de los cárteles de la droga que hacen la vida peligrosa, precaria y sin lugar para que los niños crezcan sanamente . Los países más precarios y plagados de violencia son México, Guatemala, Honduras y El Salvador. Oligarquías formadas por unas pocas familias de super-ricos en conspiración con empresas multinacionales, permiten la explotación económica y contribuyen a que sus países sigan agobiados por la pobreza y explotados por fuerzas policiales brutales causando que huyan miles de personas.
Muchos de aquellos niños que logran pasar la frontera y piden asilo, son detenidos. Algunos son enviados a sus familiares en los Estados Unidos mientras esperan la decisión de su solicitud de asilo. Algunos no tienen éxito y son deportados de vuelta a las calles infestadas de crimen y violencia de México, donde algunos pueblos son como zonas de guerra.
El pasado octubre de 2014, seis personas fueron asesinadas a tiros por la policía mexicana mientras marchaban en la ciudad de Chilpancingo, capital del estado de Guerrero en México, en protesta por la desaparición de 43 estudiantes y más tarde se descubrió que fueron entregados por la policía, a una banda de delincuentes para su ejecución y exterminio. El alcalde de la localidad ha sido arrestado y acusado de estar detrás de los asesinatos y 22 oficiales de la ciudad igualmente fueron detenidos y acusados ??de homicidio.
Ese es sólo un ejemplo de la anarquía y la violencia impulsada por las drogas que está empujando a gente desesperada en dirección norte, hacia la frontera, con la esperanza de un trabajo para mantener a sus familias hambrientas que quedan atrás y buscando seguridad para los niños quienes son enviados cada vez en mayor número a la frontera.
En 2009, 20,000 niños pasaron la frontera; para septiembre de 2014, 60,000 niños no acompañados cruzaron la frontera para obtener seguridad y una vida segura con parientes y amigos.
Muchas de las mujeres jóvenes y los niños se encuentran en grave peligro de traficantes de personas, incluso antes de que crucen la frontera y algunos de ellos son esclavizados en los burdeles de Juárez, una ciudad de violencia debido a los cárteles de la droga y criminales traficantes de personas. Los turistas sexuales procedentes del norte viajan para explotar los cuerpos de jóvenes inocentes. Este es el peor mal de la crisis migratoria.
Los ricos y poderosos de Juárez se han trasladado a la calma y el orden de El Paso, una de las ciudades más seguras de los Estados Unidos. Aproximadamente 11 millones de personas viven en los Estados Unidos de manera ilegal. Una ley que les hubiera dado un camino a la ciudadanía fue aprobada por el Senado pero rechazada por el Congreso dominado por los republicanos.
Cuando los niños cruzan ilegalmente a los Estados Unidos y cuando son de un país que no sea México y Canadá, son enviados a un refugio seguro para ser procesados y puede tomar 35 días. Esto es de acuerdo a una ley contra la trata de personas de 2008.
Dios sabe cuánto las víctimas de estos delincuentes necesitan cuidado, compasión y protección. Estados Unidos puede realizar esto con poco o ningún costo. Una nueva ley contra la trata de personas del 22 de abril 2015 promete esto–la ayuda financiera para las víctimas que se pagará a partir de un fondo formado por el dinero confiscado a los cárteles de la droga y los traficantes de personas.
Sin embargo, sólo una comunidad de personas caritativas puede dar el apoyo emocional, la comprensión y la compasión que estos jóvenes necesitan desesperadamente. El proceso burocrático para los niños tiene que ser acortado y hecho menos arduo y aterrador. Debe darse un mayor acceso a más gente capacitada y acreditada en el cuidado de menores, que puedan aportar la amistad y la bienvenida a estos niños desafortunados, asustados y traumatizados.
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