Una buena amiga mía, una Hermana religiosa, sirvió en las misiones en Etiopía durante una terrible hambruna allí. Uno o dos años más tarde se encontró de regreso a los Estados Unidos
Hablando a varios grupos, a veces a niños de escuelas Católicas, sobre su experiencia misionera.
Se sentía molesta cuando veía a los niños tirando a la basura los sándwiches y la fruta perfectamente buenos. Era inteligente y auto reflexiva y cayó en la cuenta de que los niños no habían visto la pobreza y desesperación que ella había visto, por lo que sabía que tenía que trabajar en sus propios sentimientos.
Pero, por supuesto, por mucho que haya sido injusto juzgar a los niños con dureza, no se equivocó en el tema de la comida. Hace unos meses el Papa Francisco decía que una cultura de negligencia y egoísmo de desperdicio en la comida está alimentando la crisis de hambruna mundial, dañando las vidas de individuos y previniendo el progreso de todas las personas.
Los estadounidenses desperdician alrededor de una libra de comida por persona cada día, con personas que tienen dietas más saludables ricas en frutas y verduras que la investigación más derrochadora ha encontrado.
Cada día se desperdician aproximadamente 150,000 toneladas de alimentos en los hogares de los Estados Unidos. Este desperdicio tiene una cuota ambiental, con el volumen desperdiciado que equivale a 30 millones de acres de uso anual de la tierra, 780 millones de libras de pesticida y toneladas de agua. Los alimentos en descomposición obstruyen los vertederos y despide metano, un poderoso gas de efecto invernadero.
“En muchos lugares, nuestros hermanos y hermanos no tienen acceso a suficientes alimentos y comida sana, mientras que otros, desperdician y despilfarran la comida,” ha dicho el Papa en su mensaje a David M. Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas hace unos meses. El programa de N.U.N provee asistencia alimenticia a aproximadamente 80 millones de personas en 82 países.
El Papa Francisco citó a San Juan Pablo II y describió el fenómeno de la inigualdad alimenticia como un “paradoja de la abundancia” que “envuelve los mecanismos de la superficialidad, negligencia y egoísmo que subyacen la cultura del desperdicio.”
También pidió a las escuelas, familias, medios de comunicación, organizaciones internacionales y gobiernos a incrementar la concientización sobre la inigualdad de alimentos, por lo que dedico esta columna a la cuestión.
No creemos que estamos contribuyendo en la opresión de las personas cuando tiramos nuestra comida la que con un poco de creatividad podríamos convertirla en una comida nutritiva. “Nadie se puede considerar exento de la necesidad de combatir esta cultura de opresión a tanta gente,” dijo el Papa.
Afirmando el apoyo de la iglesia, el Papa Francisco dijo que “cada ser humano tiene el derecho a una nutrición sana y sostenible” y que “al agrupar recursos e ideas, podemos introducir un estilo de vida que le de a los alimentos la importancia que merece.”
“Este nuevo estilo de vida consiste en evaluar adecuadamente lo que la Madre Tierra nos da.”
No sólo esperemos que así sea, empecemos por tomar decisiones que lo conviertan en realidad. Comer en exceso es una forma de mala nutrición, pero quizás cuando nos dijeron que limpiáramos nuestros platos porque los niños en el extranjero estaban hambrientos, deberíamos haber puesto más atención por qué tenía que ser así y cómo podríamos hacer decisiones más responsables.
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