Ha pasado poco más de un año desde que fui asignada a Taiwán como misionera laica por la Sociedad Misionera de San Columbano. Recuerdo la primera vez que empecé mi vida como misionera hace unos dos años. En ese tiempo, tuve que pasar mucho tiempo pensando, discerniendo, y orando antes de decidir alejarme de mi vieja vida y empezar una nueva vida desconocida. Ahora, al mirar atrás, el último año que he pasado en Taiwán no ha sido fácil. Sin embargo, finalmente he comenzado a adaptarme a la vida en Taiwán.
¡Mi nueva vida en Taiwán empezó sin tener ningún conocimiento ni de Taiwán ni de la vida misionera! El mayor desafío de mi vida en Taiwán fue el problema del idioma. No es un país de habla inglesa y, por lo tanto, la comunicación en inglés era casi imposible. Aunque aprendí caracteres chinos durante la escuela elemental y secundaria, los mismos caracteres chinos en Taiwán son totalmente diferentes de lo que había aprendido tanto la pronunciación como el significado.
Taiwán es un lugar especial para mí. Dos años antes de que oficialmente me asignaran a Taiwán, y cuando estaba interesada en el trabajo misionero, se me dio una oportunidad de experimentar la vida misionera por una orden religiosa y el mismo lugar era Taiwán. Sin embargo, apenas unas horas después de llegar, recibí una noticia urgente y trágica de casa de que mi abuela había fallecido.
Mientras tenía dificultades para adaptarme a la vida en Taiwán, pensé que Dios es la única fuente en la que podía confiar. Entonces, cada mañana, iba a Misa a diario pensando que participar en la misa es la mejor manera de adaptarme a la vida en Taiwán, aunque no podía entender lo que se decía en la misa. Aún así, mi mente no se estaba quieta, sino que se volvió más ansiosa y cansada. Entonces, de pronto, mientras estaba orando después de misa, escuché una voz que me decía, “Aquí estoy. ¿Por qué te preocupas?” Lo que realmente me estaba pasando es que a pesar de oír misa todos los días, en vez de confiar en Dios, aún estaba pensando en mí misma. Una vez que entendí la voz de Dios, me di cuenta de que estaba teniendo dificultades por confiar en mis pensamientos y mi mente en lugar de seguir el camino guiado por Dios. Después de eso, mi mente estaba por fin en paz.
Cuando estaba aprendiendo el idioma chino, lo más difícil era la pronunciación y las cuatro diferentes entonaciones. Estaba familiarizada con la escritura y lectura de los caracteres chinos, pero aprender la extraña pronunciación y los cuatro diferentes tonos fue verdaderamente difícil para mí. Mientras tanto, pensé cuan afortunada era porque empecé a aprender los caracteres chinos desde el principio de mi escuela elemental a diferencia de otros de mi edad. Cuando estaba en la escuela intermedia y secundaria, continué aprendiendo chino con entusiasmo. Estoy verdaderamente agradecida y me siento afortunada por ese conocimiento. Si tuviera que aprender lectura y escritura además de hablar y escuchar, hubiera sido un verdadero desafío, si no imposible. ¡Quizás Dios me estaba preparando todo el tiempo para esta vocación!
Mientras estaba en Corea, servía como maestra voluntaria en la escuela dominical por veinte años. Durante ese tiempo, pude aprender acerca de los niños, jóvenes, y el flujo de la iglesia parroquial. Especialmente, pude aprender más sobre construir amistad y relaciones dentro de la comunidad, ya que pertenecía al departamento diocesano que enseña recreación. En la actualidad, estoy participando en el ministerio aborigen de la parroquia en la zona de montaña. Parece que todo mi conocimiento y experiencia ha sido preparado deliberadamente para este ministerio y de ahora en adelante, voy a escuchar la voz de Dios para encontrar el propósito de Dios para mí y seguir Su camino en el futuro.
Todos los miembros de mi familia son católicos, de hecho, hemos sido católicos por muchas generaciones. Quizás, tales antecedentes familiares, educación en la fe católica y aprendiendo de mis padres la vida de la fe podría ser la razón básica y la voluntad de Dios para que me preparara como misionera. La vida de oración de mis padres, confiando en Dios, y creyendo en la voluntad de Dios ha sido el fundamento y la fuerza de mi fe.
En este contexto, hay dos sacerdotes en mi familia y todos han estado dispuestos a trabajar por la misión católica. Creo que todo eso ha sido preparado por Dios para nosotros. Por esto, estoy realmente agradecida y feliz.
Mi versículo favorito de la Biblia es “He aquí que estoy con ustedes siempre hasta el final de los tiempos”. (Mateo 28,20) Dios siempre está con nosotros, pero no es fácil para nosotros reconocer esa verdad.
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