Como aun no manejo, dependo de taxis para llegar al trabajo. En muchos de mis viajes, he entablado conversaciones con diferentes personas y muchas veces han sido conversaciones políticas. Esta semana tuve dos encuentros muy diferentes. La mañana del lunes, pedí mi taxi y en 5 minutos ya iba de camino al trabajo. La conversación comenzó como siempre, “¿para qué vas a Bellevue?” Le contesto que voy a trabajar y mi conductora me pregunta que en que trabajo. Le cuento que trabajo para los Columbanos como escritora y editora de su revista Misión Columbana.
Esto usualmente continúa con la persona preguntando sobre que escribo y por lo regular, ahí termina esa parte de la conversación. Le conté que escribía sobre justicia social, especialmente sobre problemas de inmigración y que recientemente me habían enviado a la frontera. Estaba nerviosa al decirle esto porque ella ya me había confesado que era cristiana pero muy conservadora. Rápido comenzó a quejarse de los inmigrantes llegando a Estados Unidos y se preguntaba porque enfrentarían tantos riesgos en vez de entrar legalmente.
Le contesté que era legal llegar a la frontera y pedir asilo, pero también le conté que recientemente había aprendido que ¡la lista de espera para casos de inmigración está atrasada 23 años! Calmadamente me dijo que ella no sabía eso pero que no le sorprendía porque el sistema es anticuado y no es bueno para EEUU o los inmigrantes. Me sentí menos tensa al ver que podíamos platicar calmada y respetuosamente a pesar de pensar cosas distintas.
De hecho, estábamos de acuerdo en algunas cosas. Yo también pienso que hay que reformar el sistema de inmigración y estoy de acuerdo con ella que EEUU también tiene que pensar en cómo marginalizan a su propia gente como los negros y los nativos. También estábamos de acuerdo en que los niños, DREAMERS o no, no deben ser penalizados por las decisiones de sus padres y que las familias tienen que mantenerse unidas. Lamentablemente, cuando vienen familias, los niños y la madre obtienen asilo mientras los padres son detenidos.
Pero no todo era paz y harmonía. Ella, como muchos, piensa que los inmigrantes deben esperar en su propio país, ignorando que muchos vienen escapando de violencia, corrupción y pobreza y regresar es condenarlos a muerte. Igual se preguntaba porque enfrentan los peligros en el camino hacia la frontera ignorando que lo que les espera en su país es muchas veces mucho peor de lo que puedan encontrar en el camino.
Continuó su propuesta con algo que me incomodó mucho. Quería que se hiciera un registro con toda la información de cada inmigrante y que se les implantara un chip para poder rastrearlos. Esto me recordó mucho a los tatuajes y las estrellas que los Nazis obligaron a los judíos a portar para poder identificarlos. Después propuso que, para poder mantener control sobre el país, los inmigrantes deben vivir en un mismo estado. Esto me hizo pensar en la cerca que han puesto alrededor de un puente en El Paso donde los inmigrantes no pueden ni sentarse. Las personas han llamado este tratamiento un “campo de concentración,” y dado los comentarios recientes del Presidente Trump sobre como tirotear a los inmigrantes sería una buena solución, no es difícil entender este concepto.
Otra de sus propuestas fue que los inmigrantes no deben tener derecho al voto o a seguro social hasta que hayan vivido aquí por 30 años. Considerando que muchos ya son adultos cuando vienen, no tendrían derecho al seguro social hasta que ya pudieran retirarse lo cual los dejaría en pobreza o esclavos permanentes del trabajo. Tendrían que pagar el 80% de su asistencia médica y construir sus propias casas por las cuales les pagarían al gobierno. Para ella, el trabajo de los inmigrantes es lo que les daría la libertad que es un derecho americano. No pude más que pensar en el portón de Auschwitz que decía “Arbeit Macht Frei” – el trabajo te hará libre.
Con esto no quiero decir que esta mujer es mala persona, por el contrario, fue muy dulce y hasta me alentó para que escribiera más sobre el tema porque podía educar a otros. Sin embargo, hay un gran peligro en la manera en la cual muchos miran a los inmigrantes. Los hemos deshumanizado como una plaga que se quiere aprovechar del gobierno y sus beneficios. No puedo negar que debe haber personas que sí llegan con esa intención, pero la mayoría quiere trabajar. Ellos no deben tener que luchar por su libertad y sus derechos o demostrar su valor como humanos en un país al cual dan tanto.
Por otro lado, el jueves por la tarde tuve una conversación inversa. La chica que me llevaba a mi apartamento después del trabajo me estaba contando sobre sus propios problemas con el racismo en este país y como su hija de 3 años que tiene un padre negro es acosada en la escuela y en la iglesia, las personas no quieren saludar a su esposo. Para ella, es terrible que los inmigrantes sufren un tratamiento parecido y peor que el que recibe su esposo. Ella ve el sufrimiento de los inmigrantes y cree que tienen el derecho de venir y poder salir adelante. Ella ve su valor como personas.
Ambas mujeres son cristianas, pero solo una recordaba las palabras de Cristo quien nos alienta a recibir a los huérfanos, las viudas y los extranjeros. Como hijos de Dios, los inmigrantes tienen un valor intrínseco. Como humanos, debemos luchar contra la deshumanización de los inmigrantes y no podemos descansar hasta que los inmigrantes sean respetados y valorados, no por lo que pueden ofrecerle a EEUU, sino por el valor que tienen al ser personas igual que cada uno de nosotros.
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