Encontrar y determinar cualquiera nueva participación en un ministerio siempre viene con una interacción de muchas emociones como nerviosismo, excitación y aún preocupación. Cualquier decisión que se tome implica cambio, ajuste, y una nueva decisión. La frase clave que me recordaba a mí misma era “salir de lo ordinario y enfrentar nuevos retos” y eso era lo que me motivaba cuando decidí escoger la Parroquia Malate, en Filipinas, como mi ministerio. Mi experiencia hasta ahora coincide bien con esa frase clave desde que me mudé a mi nuevo ministerio.
He estado en las Filipinas por un poco más de siete años, pero trabajando en Malate me expuso a muchas nuevas experiencias. Entre ellas, la experiencia más gratificante y novedosa para mi es la relación de trabajo con los sacerdotes de la parroquia. Antes, acostumbraba a trabajar en parroquias no Columbanas. A partir de mi experiencia trabajando en esas parroquias, pasaba mucho tiempo presentando la Sociedad Columbana, explicando mi identidad como misionera laica y lo que hacemos. Con frecuencia mi presencia era vista como la de un voluntario, y me tomó tiempo hacerle entender a las personas que mi presencia era más que un voluntario, sino más bien, un compromiso, una vocación. Como un forastera y extranjera, pude disfrutar de una estrecha relación con los parroquianos, pero no era fácil participar en las actividades en la iglesia, especialmente sin el apoyo de los sacerdotes de la parroquia.
En contraste, aquí en Malate ha sido una experiencia diferente desde el principio. En mi primer domingo, el párroco de la parroquia me presentó como una nueva misionera en la parroquia, Después de Misa, algunos voluntarios de la parroquia me saludaron diciendo “bienvenida a la Iglesia de Malate”. Este pequeño gesto, que fue probablemente formal o rutinario para ellos, llegó a mí como un gesto de hospitalidad, además de ser reconocida como misionera laica Columbana.
Como misionera en la iglesia de Malate, no solamente participo en los programas de servicio social sino también en actividades de la iglesia. Además, tengo el total respaldo de los Columbanos ordenados en mi ministerio, que es una fuerza impulsora que me permite hacer un esfuerzo adicional en mi contribución a las prioridades de la misión Columbana. El proyecto de subsistencia que se está planeando actualmente es un resultado del apoyo y la asociación entre los Columbanos en la Iglesia de Malate.
Ser invitada a las diferentes celebraciones litúrgicas entre la parroquia y en privado entre los Columbanos en mi ministerio, atendiendo las actividades regionales como miembro de la comunidad de Malate y compartiendo alimentos juntos, ya sea un día especial o un día ordinario son actividades que pueden sonar naturales y ordinarias en el ministerio, pero sé que no todos los misioneros laicos las experimentarían como estar “en casa”. Todo esto puede atribuirse al esfuerzo intencional del trabajo en asociación entre Columbanos en mi ministerio. Debido a mi presencia, el lenguaje también ha evolucionado para ser más inclusive. Lo que antes era “reunión de sacerdotes” es ahora “reunión de equipo”. ¡Se siente bien ser incluida”!
“Siéntete como en Casa” es lo que los sacerdotes siempre me dicen. Me han dicho que les diga cualquier cosa que necesite sin sentir que soy exigente, especialmente en lo que se refiere a mi seguridad y protección. Todas las instalaciones y recursos aquí son para el uso de nosotros así que me debo sentir libre de usarlos siempre que los necesite. Me doy cuenta de nuevo que estas tres palabras “sentirse en casa” son palabras reconfortantes y enciende mi corazón.
Sinceramente aprecio mi familia Columbana en mi ministerio que se han convertido en mis mentores, compañeros, y mis amigos, brindándome la oportunidad de tener una experiencia madura y significativa en mi jornada misionera. Sin duda, mi experiencia en Malate es una afirmación de que la asociación es nuestra forma de estar en misión. Que continuemos siendo una fuente de buena energía el uno para el otro.
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