Ayúdanos, Tus Hijos

Madre del Perpetuo Socorro,
con la mayor confianza
venimos ante tu sagrada imagen
para inspirarnos en el ejemplo de tu vida.

Pensamos en ti en ese momento cuando,
llena de fe y confianza, aceptaste el llamado de Dios
para ser la madre de su Hijo.

Ayúdanos, tus hijos, a aceptar con alegría
nuestro propio llamado en la vida.

Cuando supiste que tu prima Isabel
estaba en necesidad, inmediatamente fuiste a servirla
y ofrecer tu ayuda.

Ayúdanos, como tú, a preocuparnos por los demás.
Pensamos en ti, Madre, al pie de la cruz.
Tu corazón debió haber sangrado al ver a tu Hijo en agonía.

Pero tu alegría fue grande cuando Él resucitó de entre los muertos,
victorioso sobre los poderes del mal.
Madre de los Dolores, ayúdanos a través de las pruebas
y decepciones de la vida.

Ayúdanos a no desanimarnos.
Que podamos compartir contigo y con tu Hijo la alegría
de haber enfrentado valientemente todos los desafíos de la vida.


Amén.