¡Cuerpo de Cristo, sálvame!
Sálvame de mi gran archienemigo,
mi yo débil y vacilante.
Sálvame de toda avaricia del dinero,
del poder, y de la alabanza.
Sálvame de la sed de placer,
del espectáculo mundano, y de la juerga de la medianoche.
Sálvame de traicionarte, Amado Señor,
en el pensamiento, o en la palabra, o en las obras.
Amén.
Sálvame de mi gran archienemigo,
mi yo débil y vacilante.
Sálvame de toda avaricia del dinero,
del poder, y de la alabanza.
Sálvame de la sed de placer,
del espectáculo mundano, y de la juerga de la medianoche.
Sálvame de traicionarte, Amado Señor,
en el pensamiento, o en la palabra, o en las obras.
Amén.
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