O glorioso San Pedro, quien
a cambio de tu fuerte y generosa fe,
tu profunda y sincera humildad,
y tu ardiente amor,
fuiste recompensado por Jesucristo
con el liderato de los otros apóstoles
y la primicia de la Iglesia,
de la cual fuiste nombrado piedra fundadora.
Obtén para nosotros la gracia de una fe avivada,
que no tema profesarse abiertamente,
completamente y en todas sus manifestaciones,
hasta frente sangre derramada,
si la ocasión lo demandara,
y para sacrificar la vida en vez de rendirme.
Ora por nosotros, que seamos dignos
de alcanzar las promesas de Cristo.
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