Mi sobrina Sandra tiene 12 años de edad y es una jovencita llena de vida y alegría. Ella ama toda clase de actividades, especialmente aquellas que interactúan con otras personas. Ella tiene un afecto especial por su mamá y frecuentemente piensa en varias maneras de mostrarle cuánto la quiere. Por ejemplo, algunas veces los sábados por las mañanas, ella disfruta preparándole el desayuno y llevándolo a su mamá a la cama. También cuando Sandra tiene algún dinerito, le compra a su mamá un pequeño regalo.
Por supuesto, su mamá aprecia estas atenciones y el cariño, pero hay ocasiones cuando ella quisiera que Sandra exprese su afecto de forma más consciente a las necesidades. Por ejemplo, cuando Sandra pasa tiempo preparando el desayuno para su mamá, su mamá preferiría que usara ese tiempo para practicar el piano. ¿Por qué? Porque aunque Sandra tiene mucho talento para la música, le cuesta mucho sentarse a practicar. Así, muchas tardes de los sábados se malogran por argumentos y discusiones. De la misma manera, aunque su Madre disfruta recibiendo pequeños regalos, preferiría que Sandra ahorrase ese dinero para cuando sale con sus amigos al cine: esto ahorraría a su mamá tener pagar por esos gastos. Naturalmente, Sandra se molesta cuando su mamá trata suavemente de explicarle las cosas que realmente la harían feliz.
Muchos de nosotros atravesamos la Cuaresma relacionándonos con Dios de manera similar a como Sandra lo hace con su mamá. Decidimos que vamos a hacer esto o aquello por Dios, sin considerar qué es lo que Dios realmente quiere de nosotros. Por ejemplo decidimos no comer dulces y nos sentimos felices con cada semana que no caemos en tentación. Sin embargo, podría ser que Dios estuviera esperando que hiciéramos algo diferente, como pasar menos tiempo con Facebook y poco más tiempo en oración agradeciendo a Dios por tantas bendiciones que derrama en nuestras vidas. Quizás decidimos no tomar alcohol por Cuaresma y pensamos que este esfuerzo le agrada a Dios. Pero Dios puede querer algo distinto, que nos acerquemos a un miembro de nuestra familia con quien hemos tenido una gran discusión el año pasado y a quien hemos ignorado desde entonces.
Cuando Sandra llegue a ser más madura, ella entenderá más profundamente cómo expresar afecto y atención por su mamá. Ella comprenderá que su mamá puede querer algo diferente de lo que a Sandra le gusta hacer por ella. Esta Cuaresma pidamos a Dios que nos guíe a través de este tiempo santo para que podamos verdaderamente hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas, en lugar de decidir por nosotros mismos qué es lo que le puede gustar a él. La mejor manera para conseguirlo es orando diariamente y de todo corazón: “Señor, venga tu reino. Hágase tu voluntad”.
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